Las calles del Alto Manhattan, en los cafés y en los patios pequeños de los edificios viejos, se corre la voz: “¿Supiste lo de la visa H-1B?” Algunos lo oyen por la radio en español, otros lo comentan en reuniones familiares. Una nueva orden del gobierno ha cambiado una de las rutas más comunes para quienes llegan con un título universitario o con habilidades especializadas: se exigirá un pago de US$100,000 al año para tramitar la visa H-1B.
¿Qué es la visa H-1B y quiénes la usan?
La H-1B es una visa que permite a profesionales entrenados —ingenieros, desarrolladores de software, científicos, técnicos— trabajar en EE.UU. cuando no hay suficientes personas locales para esos puestos. Muchos latinoamericanos con formación la han usado para venir, trabajar, enviar dinero a casa, ayudar a su familia. Para algunos, era una vía de movilidad legal, con esperanzas, con sacrificios.
¿Qué cambió?
Con la nueva orden, quienes soliciten una visa H-1B deberán pagar cien mil dólares al año como parte del proceso. Esto aplica tanto para quienes desean obtenerla por primera vez, como para quienes necesiten renovarla.
Además, el gobierno está revisando los salarios mínimos que las empresas deben ofrecer para los puestos con visa H-1B: quiere que sean más altos, para que no se consideren “manos baratas”.
Se ha anunciado también un nuevo tipo de visa por inversión que costará millones, para quienes puedan pagar un millón de dólares y “contribuir” una cantidad grande al gobierno, lo que algunos llaman la tarjeta dorada (“Gold Card”). Para empresas o individuos con más capital, esas nuevas vías buscan abrir opciones diferentes.
Consecuencias posibles
- Para quienes ya trabajaban bajo H-1B o planeaban hacerlo, el nuevo costo puede ser una muralla. Muchas empresas podrían desistir de contratar extranjeros si los cargos se vuelven demasiado altos.
- Podría generar presión para que los trabajadores especializados mantengan sus permisos por otros medios —siempre más complicados—, o buscar visas alternativas, lo que puede implicar papeleo, muchos gastos, y esperar mucho tiempo.
- También existe preocupación en el sector tecnológico: si empresas grandes deciden trasladar proyectos fuera del país para evitar costos, o dejar de usar visas H-1B, podría afectarse la innovación y oportunidades laborales, incluso para quienes ya están aquí.
Lo que dice el gobierno
Desde Washington han argumentado que esta medida busca evitar abusos: que algunas compañías usen la visa H-1B para pagar sueldos bajos con trabajadores extranjeros cuando podrían emplear ciudadanos estadounidenses.
También lo presentan como una forma de recaudar ingresos para el gobierno federal y ajustar el sistema de inmigración hacia lo que llaman un modelo “más meritocrático”, donde el capital, la contribución y la capacitación profesional tienen más peso.
Voces de la comunidad
En un salón de peluquería de Jackson Heights, alguien comenta mientras le corta el cabello a Rosa, madre salvadoreña:
“Dicen que esto va para personas con muchos estudios, pero quién sabe si a nosotros también nos cerrarán eso. Porque aunque uno tenga título, si los que te contratan son pequeñas empresas, cómo van a pagar tanto.”
Y en un puesto de tacos en El Bronx, Juan, que estudió ingeniería, añade:
“Yo vine con la visa H-1B hace poco, con mucho esfuerzo, con esperanzas. Ahora me da miedo pensar si tendré que irme, si pagarán lo que piden, o si ya no me convendrá estar aquí trabajando legal.”
Reflexión final
Este cambio es más que una nueva tarifa; es un parte aguas. Puede redefinir quién tiene acceso legal al trabajo especializado en EE.UU., quién puede vivir legalmente sin problemas y quién no.
En la comunidad indocumentada, aunque muchos no optan por la H-1B directamente, estos movimientos presagian lo que podría venir para otros permisos y para quienes buscan regularizarse. Porque cada vez que las reglas se hacen más rígidas, quienes vivimos al margen del sistema las sentimos primero.
